Vivimos en la era de los influencers. Es decir, siempre han existido, no es algo que debamos tener como novedad. Siempre ha existido gente con ‘influencia’ debido a su popularidad. Esta popularidad, ya sea labrada con esfuerzo por su trabajo o venida del cielo por un linaje de ‘celebrity’, les hace tener un gran poder ya que, con sus actos, pueden ‘influir’ en sus seguidores. ¿Una marca quiere que su chaqueta amarilla se ponga de moda? Solo tiene que ponerse en contacto con algún influencer y listo. Simplemente, ahora existen canales muy visibles y, en gran medida, dedicados a la exhibición de dichos influencers, ya sea en cuestión de moda, belleza, diseño, gastronomía, etc.
Las cuentas de los influencers en Instagram suelen contar con millares (cuando no millones) de seguidores. Por ejemplo, Chiara Ferragni posee, en su cuenta de Instagram, más de 15 millones de seguidores. Selena Gómez, de otra galaxia, se va a los 144 millones de seguidores. En España nos encontramos a personajes como Dulceida, con 2 millones de seguidores o la modelo de Denia Cindy Kimberly con casi 3 millones y medio. Cifras que hacen salivar a cualquier ciberdelincuente, que pondrá toda la carne en el asador para intentar hacerse con alguna de esas cuentas.
Cuidado con los enlaces a los que accedemos, pueden no ser legítimos
La historia que os vamos a contar a continuación ha sido recogida por el medio de Internet The Atlantic. El pasado mes de octubre un publicista recibía en su bandeja de correo electrónico con una oferta difícilmente rechazable. Uno de los clientes de este publicista era uno de esos influencers que atesoran miles de seguidores. Uno de los trabajos más comunes del influencer de hoy día consiste en publicar una foto suya con la marca en cuestión, a cambio de una determinada suma de dinero. En este caso, la cifra subía hasta los 80 mil dólares por una sola foto. Una oferta demasiado tentadora como para dejarla escapar… aunque hubiese sido lo más sensato.
El publicista tardó muy poco en responder afirmativamente a la oferta que le había hecho un tal ‘Joshua Brooks’. El tal Brooks había trabajado, al parecer, con actrices como Bella Thorne y Amanda Cerny. Para comenzar su relación contractual, el influencer solo debía iniciar sesión con sus credenciales de Instagram en una aplicación de terceros llamada Iconosquare. No era algo que levantara demasiado las sospechas del influencer, pues numerosos son los casos en los que las empresas precisan de herramientas de estadísticas de terceros, asociadas a cuentas de Instagram. De este modo, las marcas pueden seguir, al detalle, la evolución de su estrategia comercial.
Una cuenta perdida en cuestión de segundos
El enlace que se envió tras la aceptación de la oferta no era, claro, un enlace veraz. El influencer acabó en una página que ofrecía una versión clon de Iconosquare (hay siempre que mirar las URL de los sitios en los que entramos, no es lo mismo estar en iconosquare.com, sitio real, que en iconosquare.biz, sitio clonado y con intenciones fraudulentas). En cuestión de minutos, una vez el famoso había ingresado su contraseña en el falso sitio de estadísticas, su cuenta estaba enviando promoción de iPhones gratis a sus millones de seguidores. Su cuenta había sido hackeada.
En el último mes, este hacker se ha apoderado de varias cuentas de influencers o de contenido viral y variado como @Chorus, con sus más de 10 millones de seguidores. Es imprescindible actuar con responsabilidad, sobre todo cuando se manejan cuentas con tal cantidad de seguidores. Siempre hay que vigilar donde se clica y actuar con cautela ante ofertas que, de buenas, parecen mentira… porque, seguramente, lo sean.