Nuestros smartphones pueden contener una gran cantidad de aplicaciones a lo largo de su vida útil. Sin embargo ¿cuánto tiempo mantenemos una aplicación instalada? A veces no demasiado. Se pueden resumir en cinco las claves que llevan a los usuarios a deshacerse de estos programas rápidamente.
La competencia
Existe una enorme cantidad de aplicaciones del mismo género que no aportan nada nuevo. Un ejemplo de ellos es el número de aplicaciones que registran la actividad física del usuario. Todas utilizan el GPS para conocer la ruta y el sensor de movimiento del terminal para hacer un cálculo aproximado de las calorías quemadas. Mientras no exista alguna variante con un valor añadido que la diferencie de las demás, es normal que el usuario pase de una a otra sin la mayor preocupación.
El precio
A pesar del sutil sistema de micropagos en el que el precio de las aplicaciones no suele superar los tres euros, cuesta más deshacerse de una aplicación por la que se ha hecho una inversión económica que de una gratuita. Más aún en estos tiempos en los que cada euro cuenta. Las aplicaciones gratuitas vienen y van, pero las de pago se quedan un tiempo, al menos hasta que el usuario calma su conciencia económica.
Los fallos y las correcciones
Estrechamente relacionada con la primera causa de desinstalación, encontramos la clave de la funcionalidad. Con la inmensa variedad existente, resulta poco probable que el usuario mantenga una aplicación que da fallos o que no funciona todo lo bien que se esperaba. Menos probable es aún que se espere al desarrollo de parches y actualizaciones que arreglen una aplicación, sobre todo si es gratuita y existen muchas otras con las mismas funciones.
La novedad
Es habitual conocer aplicaciones punteras que destacan en listas de descargas, o que se hacen eco a través de blogs y páginas de Internet, pero que acaban perdiendo fuerza al cabo de pocos días. El impulso de instalar y probar este tipo de aplicaciones es normal, tanto como la falta de interés y desinstalación posterior de la misma. No se trata más que de una cortina de humo, una expectación o hype que acaba desvaneciéndose si la aplicación no es buena o no cumple las expectativas del usuario.
El objetivo
Las aplicaciones que no están desarrolladas para su reutilización, tienen un alto índice de desinstalación. ¿Qué sucede cuando se elimina al monstruo final y acaba el juego? ¿O cuando se han probado ya todas las recetas culinarias o se ha terminado la chapuza casera para la que instalamos un medidor? Pues nada. De ahí que cuando se cumple el objetivo de la aplicación, aunque sea de pago, acabe siendo desinstalada sin más miramientos.
Y tú, ¿por qué motivos sueles desinstalar las aplicaciones?…
Vía: CMT blog