historia whatsapp

La historia de WhatsApp, como la del resto de servicios de Internet que han logrado triunfar, surge de una sencilla idea casi desde la necesidad. Y es que lejos de ser el plan maestro y calculado que pueda parecer, es la experiencia y el aprendizaje paso a paso de Jan Koum, su principal creador. Una herramienta que ya supera los 450 millones de usuarios al mes y que, tras su compra por parte de Facebook por 19 mil millones de dólares, aún podrí­a recorrer un largo trecho de éxito hasta los mil millones de usuarios.

Pero sus orí­genes son mucho más humildes. Como los de su propio creador, quien nació y se crió en un pueblo de Kiev, Ucrania. Con sólo 16 años Koum y su madre tuvieron que huir para salvarse de los problemas polí­ticos y antisemitas de la región, emigrando a Mountain View, California, y dejando atrás a su padre que murió allí­ en 1997.

Su vida en Estados Unidos era posible gracias a las ayudas del gobierno y al trabajo tanto de la madre como del propio Koum, que empezó barriendo suelos en una fruterí­a. Sin embargo la historia personal del creador de WhatsApp aún le guardaba duros reveses como el cáncer de su madre. Pero mientras tanto estudiaba informática a través de libros que alquilaba en una tienda de segunda mano. Algo que le llevó a poder ingresar en la Universidad estatal de San José y conseguir un empleo como probador de seguridad en Ernest & Young.

En 1997, antes de acabar sus estudios, ya estaba trabajando en la compañí­a Yahoo, donde conoció al que posteriormente serí­a el cofundador de WhatsApp, su compañero de mesa Brian Acton. Poco después dejarí­a sus estudios para centrarse en su trabajo en esta empresa, donde consigue un puesto como ingeniero de infraestructura, y donde trabajarí­a nueve años más codo con codo con Acton. Tras la muerte de la madre de Koum, el apoyo de Acton les llevarí­a a forjar una gran amistad durante los años de trabajo y los altibajos de la compañí­a en la que trabajaban.

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Jan Koum firma los papeles del acuerdo con Facebook por 19 mil millones de dólares

Tras el boom de las puntocom en el año 2000, ambos compañeros pasan a trabajar en las campañas de publicidad de Yahoo, descubriendo, según sus palabras, que “no se consigue mejorar la vida de nadie mejorando la publicidad”. Tras el desgaste emocional de un trabajo que no les satisfací­a decidieron abandonar la compañí­a en 2007 para tomarse un año de desconexión.

Tras tratar de entrar a trabajar en Facebook y ser rechazados, Koum vio que su situación económica estaba pendiendo de un hilo, sobreviviendo con los ahorros de sus años en Yahoo. Pero a partir de 2009 la inspiración llega a su vida a través de un iPhone. Tras comprar este terminal Koum se da cuenta del potencial de las aplicaciones y comienza a pensar en un proyecto para una herramienta. El germen de lo que serí­a WhatsApp. Una idea que tuvo la ayuda de numerosos amigos en reuniones semanales donde debatí­an sobre la idea.

La idea inicial de esta aplicación serí­a poder asociar a la agenda de contactos una frase o estado que indicase la situación del usuario: Estoy en el gimnasio, poca baterí­a, disponible”¦ Un concepto bien diferente al de la mensajerí­a que practica hoy en dí­a. Poco a poco, y gracias al trabajo de un desarrollador ruso que encontró a través de una página web, la aplicación tomó forma, y comenzó a ser utilizada por usuarios de este paí­s. Una herramienta que fue bautizada como WhatsApp desde su origen por su cercaní­a a la expresión anglosajona “What”™s Up” (¿Qué tal?). Al poco tiempo, durante el 2009, Koum descubrió que su aplicación estaba siendo utilizada para intercambiar mensajes a través de estas frases de estado gracias a las notificaciones Push introducidas por Apple en iOS. Una evolución casi orgánica de la necesidad de comunicarse a través de unas simple lí­neas de estado.

El punto clave de esta inicial versión de WhatsApp es que el método de registro era a través de los números de teléfono. Algo que lo distinguí­a de BlackBerry Messenger, que era exclusivo para terminales de RIM, o de G-Talk de Google o Skype. Una herramienta que dejaba atrás el arcaico mundo de los SMS que comenzaban a parecerse a los Fax tras la generalización de los correos electrónicos.

Tras lanzar la versión de WhatsApp centrada en la mensajerí­a y no en los estados, sus usuarios crecieron rápidamente hasta los 250.000. Ante tal potencial Koum decidió recurrir a su viejo amigo Brian Acton para sugerirle un negocio, que seguí­a desempleado. Poco a poco, y gracias a los contactos hechos en Yahoo por Acton, lograron una inversión inicial de 250.000 dólares, lo que le llevó a conseguir el tí­tulo de cofundador de WhatsApp.

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Brian Acton y Jan Koum, cofundadores de WhatsApp

Desde este punto la evolución ya no podí­a parar. Pronto sus bandejas de correo electrónico se llenaron con mensajes de usuarios que pedí­an poder utilizar WhatsApp con otros usuarios de terminales Nokia y BlackBerry. Necesitaron más gente para desarrollar más aplicaciones para otras plataformas y darles un lugar de trabajo. Por ello encontraron una parte de un edificio donde otra compañí­a estaba ya trabajando. Se trataba, nada más y nada menos que de Evernote con quienes han compartido espacio. Un punto curioso puesto que WhatsApp nunca ha aparecido en carteles ni rótulos, siendo el punto de referencia de su ubicación la puerta de atrás del edificio de Evernote.

Poco a poco fueron creciendo y desarrollando nuevas versiones de la aplicación, buscando la forma de financiar este proyecto evitando la publicidad. Y es que debí­an conseguir el dinero para poder mantener el servicio de mensajes de texto SMS de confirmación de cuenta, además de pagar a los desarrolladores e ingenieros. Es por ello que en los primeros años ni Koum ni Acton tení­an sueldo. Sin embargo gracias a las inversiones y al sistema de pago de WhatsApp lograron hacer frente a los gastos que producí­an. A veces permitiendo la descarga de la aplicación de forma gratuita y otras veces haciéndola de pago por un precio razonable. Y es que incluso con el coste de un dólar las descargas y los usuarios seguí­an aumentando, lo que les llevó a comenzar a disfrutar de beneficios.

Desde este momento la historia de WhatsApp es más conocida, con un creciente número de usuarios y una fama que llega del boca a oí­do y no a través de anuncios de publicidad. Algo que llevó a los inversores de riesgo a ofrecer hasta ocho millones de dólares a la compañí­a. Con ello no sólo han conseguido financiar su proyecto, sino alquilar un edificio de tres pisos para sus cincuenta empleados a principios de 2014.

Una aplicación que ha crecido lo suficiente y tiene un factor viral tal capaz de llamar la atención de otras compañí­as como Facebook , quien ha desembolsado (entre dinero y acciones) 19 mil millones de dólares para hacerse con esta herramienta.

Eso sí­. Tanto la marca WhatsApp como su funcionamiento son independientes de la red social. Y es que Acton y Koum siempre han tenido muy claro el tipo de servicio que querí­an ofrecer a sus usuarios, aunque este servicio, en sus orí­genes, se basase en una sencilla forma de mostrar estados. Mientras tanto Koum pasa a formar parte de la junta directiva de Facebook. Un trato que se cerrarí­a la noche del dí­a de San Valentí­n, cuando Koum acudió a casa de Mark Zuckerberg para concretar el acuerdo con un bol de fresas y chocolate bajo el brazo.

Ví­a Forbes